TOMADO DEL BLOG DE JUAN IGNACIO PÉREZ
Todos los niños nacen científicos…. ¿sí? ¿seguro?
El afamado físico y divulgador Michio Kaku dice en una entrevista que los niños “nacen científicos”, pero que algo pasa después. Según él la escuela primaria y la secundaria aplastan todo eso. Para fundamentar su afirmación utiliza el ejemplo de su hija, a la que examinaban de una asignatura en la que debía aprender de memoria, de un libro de geología, una serie de fechas y de nombres de cristales y minerales, y que ese examen estaba aplastando directamente la curiosidad de la siguiente generación.
En una línea argumental similar, el astrofísico y divulgador Neil deGrasse Tyson sostiene que los niños “nacen como científicos”, que un científico adulto es un niño que no creció nunca, y repudia la tendencia de los padres a reprimir la actitud inquisitiva de sus hijos cuando se ponen a jugar con objetos que se pueden romper, por ejemplo, o cuando causan desorden y hacen ruido. Según él esos padres están abortando experimentos de física, de biología, de acústica, etc… Y de esa forma se mata su interés por la ciencia.
En una reciente entrevista en el programa de la 2 de TVE Órbita Laika (3ª temporada), el mismo deGrasse Tyson culpa al sistema educativo, ya que el niño “debería aprender que la ciencia es una forma de entender el mundo, una forma de plantear una pregunta y después de encontrar una respuesta”.
No me interesa entrar aquí en la sustancia del problema (si es que existe tal problema, por cierto) porque no tengo suficiente criterio en relación con estos temas. Pero tengo algunas objeciones a ese discurso:
(1) Consideran que la curiosidad es la esencia de la naturaleza del científico. Y sí, la curiosidad es un ingrediente importante, quizás fundamental del científico, pero la práctica de la ciencia exige otros rasgos, además. La capacidad de trabajo, la perseverencia, la creatividad, la memoria para recordar datos diferentes y poderlos relacionar entre sí, y otras habilidades, a veces incluso técnicas, son también necesarias. ¿También esos son rasgos que adornan a los infantes?
(2) Atribuyen al científico características que, en realidad, podrían valer para casi cualquier otra actividad en la que la curiosidad u otras virtudes sean necesarias. ¿O es que un historiador no necesita ser curioso? ¿Nacen todos los niños historiadores, acaso? Picasso dijo que todos los niños nacen artistas. ¿Y los escritores? Hay un grado de engreimiento implícito en opiniones como estas ¿no es cierto? O quizás no es engreimiento, sino solo ensimismamiento.
(3) Sospecho que ignoran casi todo acerca de cómo es y cómo evoluciona la psicología infantil en los primeros años de vida. ¿Son de verdad curiosos todos los niños? ¿Lo son en la misma medida? La disminución de la curiosidad conforme crecen ¿no será un fenómeno natural e, incluso, útil?
(4) La educación proporciona muchos conocimientos necesarios. No es cierto que en la era de la wikipedia no haya que proporcionar conocimientos, por no hablar de las herramientas de comunicación (lengua y matemáticas). Y es perfectamente posible que la adquisición de esos conocimientos y capacidades imprescindibles sea incompatible con el mantenimiento (si ese fuese el caso alternativo) de una actitud inquisitiva máxima. ¿Quién se arriesgaría a no proporcionar a los niños esas herramientas básicas en aras de conservar su supuesta curiosidad innata? ¿Hay alternativa?
(5) Y por último y más importante dada la condición de científicos de ambos: ninguno de los dos aporta pruebas que apoyen lo que sostienen. En el caso de Kaku, el examen de su hija tuvo un efecto iluminador, por lo visto. No sé qué datos maneja deGrasse Tyson, pero me da la impresión de que sus opiniones están basadas en meras observaciones personales.
Todo lo anterior me lleva a la conclusión con la que quisiera terminar: en relación con la educación hay múltiples interrogantes (algunas ya dichas antes) cuyas respuestas no sabemos. No las conocemos porque en este campo es dificilísimo contar con pruebas fehacientes de casi todo lo que se afirma. Y es eso lo que se debería hacer: desarrollar estudios científicos bien diseñados (cumpliendo los requisitos de cualquier investigación científica rigurosa) para dar con las respuestas adecuadas a esas y otras preguntas. En tanto no avancemos en esa dirección, habrá Kakus y deGrasses profiriendo verdaderas ocurrencias, y otros más iluminados, u oportunistas de toda condición vendiendo humo, a veces a precio de oro.
Mi conjetura, hoy, es que carecemos de suficientes elementos de juicio acerca de aspectos fundamentales de la educación. Y sin los elementos que nos faltan es muy difícil proponer métodos pedagógicos más eficaces que los que hemos conocido. No olvidemos que los que conocemos son, al fin y al cabo, el resultado de varios decenios de desarrollo y sucesivas series de ensayo/error.
Post scriptum:
Me ha venido esta conjetura a la cabeza a cuenta del vídeo de Kaku. Al calor del debate suscitado, alguien (gracias por ello) me ha proporcionado un enlace a una charla TED de Sir Ken Robinson, un especialista en educación. Las opiniones de Robinson me merecen más respeto que las de los dos físicos divulgadores a que me he referido antes porque, al fin y al cabo, la educación es el ámbito de estudio de éste.
Él sostiene que desperdiciamos los talentos infantiles por la filosofía (orientada a satisfacer ciertas necesidades productivas o académicas) que inspira todos los sistemas educativos del mundo. Pero cree que para hacer frente a los retos que nos presenta el futuro será muy importante cultivar la creatividad de los chavales, al menos tanto como la alfabetización. Y para eso hay que tratar de combatir el miedo a equivocarse, hay que evitar estigmatizar el error, porque el miedo a equivocarse anula la capacidad creativa, la inhibe.
Estando de acuerdo con la idea de Robinson de que estaría bien promover la creatividad, también en relación con este asunto se necesitan pruebas. Haría falta poner en marcha planes experimentales de educación con ese objetivo. Pero se me ocurren dos problemas. Uno es que no sé cuántos padres estarían dispuestos a que sus hijos sean los conejillos de indias. Y el otro es que el miedo a equivocarse, que es el factor al que Robinson atribuye el origen de una (supuesta) baja creatividad, ha tenido, seguramente, un gran valor adaptativo para nuestra especie: es posible que los adultos que no tenían miedo a equivocarse hace 200.000 años no tuvieran mucha descendencia; pertenecemos al linaje de los que quizás no mucho, pero sí tenían algo de miedo.